LA OSCURIDAD DESATENDIDA

En el contexto de la educación artística, donde una podría suponer o asumir que la expresión de las emociones más fuertes e intensas podrían ser colocadas en un proceso artístico, es algo que se toma muchas veces con mucho temor o con ambivalencia frente a la honestidad de una obra que las expresa. Por un lado, se dice que se valora la expresión, sin embargo, por el otro, se evita o reprime porque asusta o no se entiende. Esta dificultad para mirar las emociones y facilitar su expresión, va provocando que poco a poco se oculten y se escondan, aunque solo momentáneamente, o que encuentren otras formas, menos saludables de salir a la superficie. Esta es una “mala costumbre” generacionalmente aprendida y es muy importante y diría inclusive urgente reeducar en esto. Cuando hablamos de belleza no nos referimos a algo “bonito” sino a algo profundamente verdadero, que tiene la capacidad de conmovernos. Es importante que todas las emociones sean validadas y las niñas y niños puedan aprender a darles un lugar, así como también nosotr@s l@s adult@s. La metodología de las AE es magnífica para facilitar esto orgánicamente.

“When we are touched by a song,
it is because the artist
cannot hide himself.”
Leonard Cohen

En un espacio y tiempo libre, podremos presenciar el funcionamiento creativo de los niños a partir de las imágenes que van surgiendo durante la experiencia. A partir de la observación de sus procesos creativos, sin estructuras rígidas, he registrado algunas de las siguientes expresiones:

El proceso de hacer arte es un medio, un canal de expresión auténtico de quiénes somos y de nuestro lugar y tiempo en el mundo. Y aquí es donde las AE aportan enormemente a la educación artística, sin importar el lenguaje. Hay que poder oír las historias de niñas y niños, por más truculentas que nos parezcan. Puede ser a través del lenguaje de las artes visuales, así como también la danza, el movimiento libre, la música o las artes escénicas.