Este niño necesita que me siente a su lado. Otros, no. Por lo general, jugamos un rato y todos se entregan inmediatamente al proceso de crear, de hacer arte. Son niños, no necesitan mayor estímulo, como sí muchas veces los adultos, que se han creído eso de que sólo algunos elegidos pueden ser artistas. Hacer arte y poner en práctica las facultades de un artista es un derecho humano. Los niños lo saben intuitivamente. Conectan rápidamente con su sabiduría primitiva y con sus emociones. Acompañarlos podría ser más fácil de lo que se cree. Haría falta que pudiéramos estar también conectados con nuestro lado instintivo. ¿Cómo recuperar nuestra capacidad de juego, de imaginar, de recrearnos y recrear el mundo?
Son muchas las cualidades del acompañamiento y la facilitación de un proceso creativo; sin embargo, hay algunas que considero imprescindibles y quizás sean las más difíciles de poner en práctica y de desarrollar, pero confío en que las podemos re-aprender: Presencia, escucha atenta, respetuosa, sutileza, generosidad, confianza en el proceso creativo desde la incertidumbre para que surja la sorpresa, la belleza que nos toca y conmueve.
Como facilitadoras, poseemos un conocimiento del quehacer, de los aspectos técnicos de la naturaleza y de la metodología del lenguaje artístico, pero es necesaria la apertura, la disposición a recibir lo que surja del proceso de la experta (quien es la que intuye lo que quisiera o necesitaría explorar) sin un juicio de por medio.
Si el quehacer de la facilitadora de artes expresivas es en sí un arte, ¿cómo se vuelve artista en el hacer? ¿Qué cualidades deberá desarrollar? ¿Será que se puede aprender a ser sutil? ¿Se puede aprender a acompañar en respeto, desde el silencio, sin un juicio personal de por medio? ¿Por qué es importante la sutileza en un proceso de transformación? ¿Cuándo ser sutil? ¿Cuándo ser más audaz? ¿Cuándo y cómo intervenir?
En mi experiencia como experta, es decir, al estar involucrada en mi propio proceso creativo, he notado que apurar la llegada de la obra es contraproducente, me trabo, me paralizo, pierdo la hilación, no fluyo. Como con la primavera, que llega luego de atravesar el invierno y como con el invierno, que es necesario para florecer, hay pasos y etapas que no se pueden ni deben saltar o evitar. Imagino al ave dentro de su cascarón, de su estrecho mundo en potencia. Deberá encontrar su propia fortaleza para nacer. Debe romper el mundo que habitaba, porque ya no le sirve, para iniciar su existencia en el otro. Imaginar el asombro de ese instante, al conocer el mundo de afuera, me ayuda a utilizar esa metáfora de la transición y lo que genera y me pregunto qué pasaría si se le apurara, si al ave se le rompiera el cascarón. El ave atraviesa un instante de vulnerabilidad e incertidumbre, que le conmina a usar sus propios recursos de adaptación para transitarlo y le permitirán transformar su estado y volar. En el contexto de la facilitación en las artes expresivas, ¿cuál sería la mejor manera de guiar a alguien a atravesar su estado de incertidumbre a uno de encuentros en el proceso de creación?, ¿cuál es el método para acompañar con sutileza y respeto un proceso de transformación?.
respiro
me permito hacer el aire viaje de reconocimiento de mi cuerpo
moverme me conecta
tomarme un tiempo en silencio
no hacer nada
hago una pausa del mundo cotidiano
Recuerdo mis inicios en un proceso terapéutico y veo lo fundamental que es generar primero un vínculo estable con la facilitadora, que me dé seguridad. Ese me parece un arte delicado, de filigrana. Una danza sutil de cambio de perspectivas, en donde se necesita estar presente muchas veces desde ambos roles. Desde ese punto de vista, qué importante es tener los sentidos afinados para poder percibir los movimientos externos e internos de la experta en el encuentro, en el proceso de creación y transformación, y a la vez estar atenta a cómo se está sintiendo una misma al acompañar, para acompañar con fluidez desde la autenticidad. Desde mi rol como experta, si ese primer acercamiento es fluido y orgánico, puedo entregarme con confianza a la propuesta. Darme un espacio para sólo respirar en silencio ha probado ser muy importante para mí; me permite ingresar a un lugar donde mi cabeza ya no seguirá teniendo un rol predominante, me permitirá relajarme, soltar el control y entregarme a la experiencia. Que me acompañen desde ese primer movimiento, aunque sea breve, corto, pausado, me permite conectarme amablemente con un otro, con el espacio y sobre todo conmigo, me permite ingresar al lugar donde mis imágenes se esconden, atravesar el umbral del invierno y de la parálisis y conducirme al lugar donde pueda dejarme sorprender por la honestidad y la belleza que surja. Quizás sea un movimiento casi imperceptible al inicio. Guiada por la presencia respetuosa, con sutileza y arte, podrá moverse algo internamente en mí y podré llegar al espacio auténtico de la creación. La imagen nacida así, tendrá el poder de conmoverme y transformarme.
La delicadeza de acompañar…..
Gracias, Tatiana! Así es, un acompañamiento delicado. Un abrazo y gracias por leer.