Estos tiempos en los que la pandemia se vive como un gran caos que lo ha trastocado todo, notamos que desde el proceso creativo con las artes expresivas, este puede ser acogido, aceptado y transformado. Es posible construir un nuevo relato, un nuevo sentido y una nueva memoria, a partir de un diálogo con las imágenes que surgen del caos creativo.
En las niñas y niños, el juego con el caos es instintivo y muy estimulante para aprender sobre sí mismos y sobre el mundo. Se mueven cómoda y alegremente ahí cuando, además, se encuentran en un espacio saludable y cuidado.
Como adultas/adultos, podemos aprender algo de esas dinámicas e intentar mantenerlas vivas el mayor tiempo posible en sus experiencias de aprendizaje. Y, por otro lado, también esencial, podemos recuperar nuestra relación más instintiva con los fenómenos que ocurren interna y externamente, para integrarlos y encontrarles un sentido relevante.
A partir de mi experiencia como maestra de artes visuales desde hace treinta años y como facilitadora de artes expresivas, tengo el convencimiento que hay componentes como la sensibilización, desde esta visión y metodología, que pueden nutrir y afianzar otro tipo de aprendizajes esenciales, tanto en la escuela como en otros contextos. Acoger el caos creativo es, pues, una oportunidad de recrear el mundo. A partir del “hacer arte”, la propuesta invita a reflexionar en qué medida el diálogo con nuestras imágenes, nos permite cosechar una idea que nos guíe hacia nuevas comprensiones tanto individuales como colectivas.
La metodología apela a nuestros recursos y nuestro potencial de transformación y plantea explorar las distintas formas de la sensibilización e incorporarlas a los procesos de conocer: el movimiento, la exploración sensorial, el juego, y facilitar estos encuentros con la belleza. La idea principal es que al permitirnos esa mirada, es posible construir una nueva realidad tanto individual como colectiva.